sábado, 26 de abril de 2014

AYUDANDO A LOS NIÑOS

Desde el momento en que te planteas ayudar a los niños a crecer sin espíritu competitivo estás en un camino equivocado, porque cualquier cosa que hagas dará a los niños cierto programa. Puede que sea distinto del que tú recibiste, pero estás condicionando a los niños, aunque lo hagas con las mejores intenciones del mundo.

Los árboles crecen y siguen creciendo sin que nadie les enseñe cómo. Los animales, los pájaros, la existencia toda no necesita programación. La idea misma de programar implica básicamente crear esclavitud, y durante miles de años el hombre ha estado creando esclavos con distintos nombres. Cuando la gente se harta de un nombre, lo reemplaza inmediatamente por otro. Unas cuantas modificaciones en el programa, unos cuantos cambios aquí y allá en el condicionamiento, pero la cosa fundamental sigue siendo la misma: que los padres, la generación anterior, quiere que sus hijos sean de cierta forma.

En mi opinión, la función de los padres no es ayudar a crecer a los hijos: ellos crecerán sin ti. Tu función es apoyar, nutrir, ayudar a lo que ya está creciendo. No des directrices y no des ideales. No les digas lo que está bien y lo que está mal: deja que lo descubran por propia experiencia.

Sólo hay una cosa que puedes hacer, y es compartir tu propia vida. Diles que has sido condicionado por tus padres, que has vivido con ciertos límites, de acuerdo a ciertos ideales, que debido a estos límites e idea¬les has perdido la vida completamente y que no quieres destruir la vida de tus hijos. Quieres que sean totalmente libres: libres de ti, porque para ellos tú representas el pasado.

Hace falta valor y hace falta un inmenso amor en un padre, en una madre, para decir a sus hijos: «Tenéis que ser libres de nosotros. No nos obedezcáis; depended de vuestra propia inteligencia. Incluso equivocarse es mejor que tener la razón si para ello tienes que ser esclavo. Es mejor cometer errores por cuenta propia y aprender de ellos, que seguir a otra persona y no cometerlos. De esa forma no vas a aprender más que a ser un seguidor, y eso es veneno, puro
veneno.»

Es muy fácil si amas. No preguntes «cómo», porque el «cómo» significa que estás pidiendo un método, una metodología, una técnica; y el amor no es una técnica.

Ama a tus hijos, disfruta de su libertad. Permite que comentan errores. Diles: «No está mal cometer errores. Cometed todos los errores posibles, porque de esa forma aprenderéis más. Pero no cometáis el mismo error una y otra vez, porque eso os hará estúpidos.»

Éste debería ser el principio: se debe ayudar a los niños a escuchar a su cuerpo, a escuchar a sus propias necesidades. Lo básico para los padres es proteger a sus hijos para que no caigan en un hoyo. La función de su disciplina es negativa.

Recuerda la palabra «negativa»...; no una programación positiva sino una protección negativa: porque los niños son niños, y pueden hacer algo que les dañe, que les deje lisiados. Asimismo, no hay que darles órdenes de no hacer las cosas, sino explicárselas. No hay que hacer de ello una cuestión de obediencia; hay que permitirles decidir. Simplemente hay que explicarles toda la situación.

Los niños son muy receptivos, y si eres respetuoso con ellos, están dispuestos a escuchar, dispuestos a entender; entonces déjales con su entendimiento. Sólo es cuestión de unos años, al principio; pronto se asentarán en su inteligencia y tu protección no será necesaria en absoluto. Pronto podrán moverse por sí mismos.

Puedo entender el miedo que sienten los padres de que sus hijos sigan direcciones que a ellos no les gustan; pero eso es un problema de los padres. Tus hijos no han nacido para satisfacer tus gustos y disgustos. Tienen que vivir su vida, y debes alegrarte de que vivan su vida, sea la que sea. Pueden convertirse en unos músicos mediocres...

Por eso el trabajo de los padres es muy delicado, y es precioso, porque toda la vida del niño depende de él. No le des ningún programa positivo; ayúdale de cualquier manera que él desee.
La función de un padre o de una madre es genial porque trae un nuevo invitado al mundo, que no sabe nada, pero trae consigo un potencial. Y a menos que el potencial se desarrolle, no será feliz.

Ésta es una sociedad autoritaria.

Lo que digo es que si creamos niños que tengan libertad, que hayan oído muchos «síes» y pocos «noes», la sociedad autoritaria desaparecerá. Tendremos una sociedad más humana.

Por tanto, no es sólo una cuestión que atañe a los niños. Estos niños formarán la sociedad del mañana: el niño es el padre del hombre.

sábado, 19 de abril de 2014

LA VERDAD ÚLTIMA

La verdad no puede ser más que definitiva, sin embargo, los místicos han tenido que hablar de la «verdad última» por cierta razón. La razón era que los filósofos han hablado de la «verdad relativa», y han resaltado el hecho de que cada verdad es relativa. Albert Einstein llevó el concepto de relatividad a las verdades científicas que antes se consideraban definitivas: devinieron relativas. Y tenía razón. Mahavira, Gautama Buda, todos ellos hablaron de la relatividad. Una de las cosas que falta es que nadie distingue entre verdad y hecho. Los hechos son relativos y la verdad es definitiva, pero si te confundes y empiezas a pensar que los hechos son la verdad, entonces será relativa.

En primer lugar dos cosas: los hechos son relativos y tienes que entender exactamente lo que quiere decir relativo. Significa que algo puede ser verdad en cierta situación y lo mismo puede no ser verdad en otra.

Se dice que cuando vivía Albert Einstein sólo había doce personas en el mundo que entendían a qué se refería cuando hablaba de relatividad. Es una explicación muy delicada y sutil sobre el Universo. Cuando iba a algún club o restaurante, fuera donde fuera, la gente le preguntaba: «Dinos algo sobre la relatividad y dilo de tal forma que el hombre de la calle lo pueda entender.»

Finalmente encontró la forma de hacerlo y dijo: si estás sentado sobre una estufa caliente, te parecerá que el tiempo pasa muy despacio; un sólo minuto te parecerán horas porque estás sentado sobre esa estufa. Tu estado cambia la concepción que tienes del tiempo. Pero si estás sentado con tu novia, pueden pasar horas y parecerte que sólo han pasado segundos.

El decía: «Esto es a lo que me refiero cuando hablo de relatividad: el tiempo es relativo a cada situación particular. No hay un tiempo definitivo; así que hagas lo que hagas, el tiempo es el mismo. Siempre se ha sabido que cuando eres feliz el tiempo pasa deprisa y cuando eres des¬graciado, el tiempo pasa muy despacio.»

Einstein estableció la relatividad de una manera tan profunda que ahora está entretejida con todos los descubrimientos científicos. Sólo quiero que recordéis una cosa: él habla de hechos y les llama verdad. Y por eso los místicos tuvieron que usar términos como última o definitiva. Quieren expresar que hay una experiencia que está más allá de la relatividad. Eso es lo que quieren decir: la verdad es definitiva.

Pero el mundo está lleno de hechos y los hechos son relativos. Tiene que quedar muy claro para los científicos que Einstein no estaba hablando de la verdad sino de hechos. Pero para la ciencia no hay otra verdad que la que ellos descubren. No aceptan la verdad del místico, porque el místico no puede ponerla delante del científico para que éste pueda diseccionarla y descubrir de qué está constituida: sus medidas, su peso y cosas así.

Es una experiencia, y es totalmente subjetiva. No puede hacerse objetiva.

Por eso, si insisten en llamar verdad a los hechos, tenemos que decirlo de esta forma: las verdades objetivas son relativas y la verdad subjetiva es siempre definitiva. Pero para no mezclar las cosas, los místicos le han llamado verdad última.

Toda verdad es definitiva. Pero hay verdades científicas que sólo son hechos. Por ejemplo: si estás sentado sobre una estufa caliente, la experiencia de que el tiempo pasa muy lentamente es un hecho de tu psicología; no tiene nada que ver con el tiempo. Pero nadie le dijo esto a Albert Einstein. Cuando estás sentado con tu novia y el tiempo pasa deprisa, eso tampoco tiene nada que ver con el tiempo; tiene que ver con tu mente.

El tiempo sigue siendo el mismo; es tu mente, tu concepto de tiempo lo que es relativo.

«Lo último o definitivo» y “la verdad” significan lo mismo. Puedes usar cualquier de estos dos términos, pero usar ambos es una repetición innecesaria.

La vida no es matemática; no es lógica, no es ciencia. Es algo más, y ese algo más es lo más valioso.

sábado, 12 de abril de 2014

LAS DECISIONES

La mente nunca es decidida. La cuestión no reside en si es tu mente o de la de cualquier otra persona; la mente es indecisión. El funcionamiento mental es vacilar entre dos opuestos polares y tratar de encontrar cuál de ellos tiene razón.

La mente es la cosa equivocada, y a través de la cosa equivocada estás tratando de encontrar el camino correcto. Es como si estuvieras intentando encontrar la puerta cerrando los ojos. Ciertamente te sentirás suspendido entre los dos: entre ir por un camino o por el otro; siempre estarás en la situación de elegir entre una cosa o la otra. Esa es la naturaleza de la mente.

Soren Kierkegaard fue un gran filósofo danés. Escribió un libro, Either/Or. Era su propia experiencia: nunca podía tomar una decisión respecto a nada. Las cosas eran de tal manera que si tomaba una decisión en un sentido, lo otro parecía ser lo correcto. Y si se decidía por lo otro, entonces era lo primero lo que parecía ser correcto. Permanecía indeciso.

Aunque había una mujer que estaba muy enamorada de él y quería casarse con él, se quedó soltero. Dijo: «Tendré que pensármelo; el matri¬monio es algo importante y no puedo decir sí o no inmediatamente.» Y murió con la duda, sin casarse. Vivió mucho tiempo -unos setenta años- y siempre estaba discutiendo, argumentando. Pero no encontró una respuesta que pudiera ser la definitiva, que no tuviera una opuesta igual a ella.

Escribía libros pero no tenía la decisión necesaria para publicarlos; dejó todos sus libros sin publicar. Son de un valor tremendo. Cada libro demuestra su profunda penetración intelectual en las cosas. Ha ido a la raíz, a cada pequeño detalle de cada tema sobre el que ha escrito...; un genio, pero un genio de la mente.

Éste es el problema que presenta la mente: que no es tu problema, y cuanto mejor sea tu mente, mayor será tu problema. Las mentes menores no se encuentran con tantos problemas. La mente del genio es la que descubre los polos opuestos y no puede elegir. Se siente en un limbo.

Lo que yo os he estado diciendo es que la naturaleza de la mente es estar en un limbo. La naturaleza de la mente es estar en medio de los opuestos polares. A menos que te alejes de la mente y te hagas testigo de todos sus juegos, nunca serás una persona decidida. Incluso si a veces decides -a pesar de la mente-, te arrepentirás, porque la mitad por la que no te hayas decidido te perseguirá: quizá aquello estaba bien y lo que has elegido está equivocado. Ahora no hay forma de saberlo. Quizá la opción que dejaste de lado era mejor.

Pero aunque la hubieras elegido, la situación no habría sido diferente; entonces te inquietaría la otra mitad.

La mente es básicamente el principio de la locura y si estás demasiado en ella, te volverá loco.

La mente no está segura de nada.

Si estás entre las polaridades de la mente, en un limbo –siempre entre el hacer o el no hacer- te volverás loco. !Estás loco! Antes de que esto ocurra, da el salto y echa una mirada a la mente desde fuera..., esto es lo que te digo continuamente.

Se consciente de la mente: de su lado brillante, de su lado oscuro, de su aspecto correcto, de su aspecto equivocado. Sea cual sea la polaridad, simplemente toma consciencia de ella. De esa consciencia saldrán dos conclusiones: una, que tú no eres la mente, y dos, que la consciencia tiene una decisión que la mente nunca tiene.

La mente es básicamente indecisa, y la consciencia es básicamente decidida. Por eso cualquier acto consciente es total, pleno, sin arrepentimiento.

El mundo puede decir que esto es correcto o que está equivocado, pero eso es asunto suyo, no es mi problema.

Por eso la consciencia te sacará del limbo. En lugar de quedarte suspendido entre las dos polaridades de la mente, saltarás más allá de ambas y verás que las dos polaridades sólo son polaridades si estás en la mente. Si estás fuera de ella, te sorprenderá ver que son las dos caras de la misma moneda; no se trataba de tomar una decisión.

Con la consciencia tienes claridad, totalidad, abandono: la existencia decide dentro de ti. No tienes que pensar lo que está bien o lo que está mal; la existencia te toma de la mano y te mueves relajadamente. Es el único camino, el camino correcto. Y esa es la única forma de mantener¬te sano; de otro modo seguirás embrollado.

Soren Kierkegaard era una gran mente, pero como era cristiano, no tenía ni idea de la consciencia. Podía pensar, y pensaba con gran profundidad, pero no podía quedarse en silencio y observar. El pobre hombre nunca había oído hablar de cosas como observar, ser testigo, consciencia. De lo único que había oído hablar era de pensar, y puso todo su genio en ello. Produjo grandes libros, pero no pudo producir una buena vida para sí mismo. Vivió en una miseria completa.

sábado, 5 de abril de 2014

SE TU MISMO

Ser uno mismo significa que uno viva todo el contenido de su mente de la forma menos implicada posible, significa eso exactamente, vivir como una consciencia: consciencia de todos los programas para los que la mente ha sido programada, consciencia de todos los impulsos, deseos, recuerdos, imaginaciones…, todo lo que la mente puede hacer. Uno no tiene que ser parte de ello sino separarse -tiene que verlo pero sin ser parte de ello-, observarlo.

Y ésta es una de las cosas más esenciales a recordar, que no puedes observar tu capacidad de observación. Si observas tu capacidad de observar, entonces tú eres el observador, no lo observado. Por eso no puedes ir más allá de la observación. El punto que no puedes trascender es tu ser. El punto del que no puedes ir más allá eres tú. Puedes observar fácilmente cualquier pensamiento, cualquier emoción, cualquier sentimiento. Sólo hay una cosa que no puedes observar: tu capacidad de observación. Y si te las arreglas para observarla, eso significa que has hecho un cambio: la primera observación se ha convertido en un pensamiento y ahora eres el segundo observador.

Puedes seguir yendo hacia atrás, pero no puedes salir de la observación, porque eso eres tú: no puedes ser de otra forma.

Por eso cuando digo: «Simplemente se tú mismo», te estoy diciendo: «Simplemente se consciencia no condicionada, no programada.» Así es como viniste al mundo y así es como la persona iluminada deja el mundo. Vive en el mundo pero permanece totalmente separada.

Uno de los grandes místicos, Kabir, tiene un poema muy hermoso al respecto. Todos sus poemas son simplemente perfectos: nada puede mejorar. Uno de sus poemas dice: «Yo devolveré el alma que se me dio en el momento de nacer tan pura, tan limpia, como me fue dada. Yo la devolveré así cuando muera.» Está hablando de la consciencia, que ha permanecido impoluta. Todo el mundo estaba allí para polucionarla, pero él ha permanecido en la observación.

Todo lo que necesitas es simplemente observar, y nada te afectará. El hecho de que nada te afecte mantendrá tu pureza, y la pureza, ciertamente tiene la frescura de la vida, la alegría de la existencia; todos los tesoros de los que estás dotado.

Pero te apegas a las pequeñas cosas que te rodean y olvidas lo que eres. Es el mayor descubrimiento de la vida y la peregrinación más extática hacia la verdad.

Y no te hace falta ser un asceta, no tienes que ser anti-vida; no tienes que renunciar al mundo e irte a las montañas. Puedes estar donde estás, puedes seguir haciendo lo que haces.

Sólo hace falta añadir una cosa más: hagas lo que hagas, hazlo con consciencia -incluso el más pequeño acto del cuerpo o de la mente- y con cada acto de consciencia te harás consciente de la belleza y del tesoro y de la gloria y de la eternidad de tu ser.

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