sábado, 28 de marzo de 2015

DECIR SI A LA EXISTENCIA

Es difícil decir sí a la vida, porque te han enseñado a decir no. Y el condicionamiento es muy antiguo. Y no sólo está ahí el condicionamiento que no te permite decir sí, hay un mecanismo interno que tampoco te deja hacerlo.

Cuando un niño nace dice siempre sí. Poco a poco, a la vez que comienza a sentirse un individuo, surge el no. Cuando el niño empieza a decir no puedes estar seguro de que acaba de nacer su ego. El ego no puede existir sin decir no, por eso todo niño tiene que decir no. Es una necesidad interna para convertirse en un individuo. Si el niño sigue diciendo sí a todo, nunca se convertirá en un individuo, su ser nunca tendrá ninguna definición. ¿Cómo será capaz de definirlo? El "sí" no te da ninguna definición, el "no" te define. Cuando dices no, sabes que es el "yo" diciendo no. Cuando dices sí, no hay un "yo" en ello.

Cuando dices sí la vida y tú seguís siendo uno. Cuando dices no demarcas una línea, te impones. Ese es el significado de la historia bíblica de Adán desobedeciendo a Dios, decir no. Es una necesidad, de otra forma Adán nunca se hubiera separado de Dios. Nunca hubiera tenido individualidad; hubiera permanecido como algo vago, una especie de nube, algo nebuloso. Tuvo que decir no, desobedecer, rebelarse. Y recuerda, esto no es algo que sucedió en el pasado y sólo una vez; sucede con cada nuevo Adán, con cada nuevo hijo del hombre.

Todos los niños viven en el jardín del Edén durante unos meses, unos años, y luego, poco a poco, tienen que negarse, tienen que rebelarse, tienen que desobedecer. El padre dice: «¡No hagas esto!», y el niño tiene que hacerlo sólo para decir: «Soy yo mismo. No puedes continuar dándome órdenes de ese modo. No soy tu esclavo. Tengo mis propias preferencias, tengo mis propios gustos y mis propias aversiones». A veces el niño hace incluso algo que no le gusta demasiado, pero tiene que hacerlo porque el padre le está diciendo que no lo haga.

Los niños empiezan a fumar cigarrillos; a ningún niño le gusta fumarse un cigarrillo la primera vez, no puede gustarle a nadie. Se le saltan las lágrimas, el niño empieza a toser, le duele la garganta, al corazón no le gusta, pero lo tiene que hacer porque su padre está diciendo: «¡No fumes!». Tiene que ir en contra del padre; esa es la única manera de tener una existencia separada. Debe ir en contra de la madre y, también, del profesor. Hay un momento para cada niño de decir no, y está bien así. No estoy en contra de esto, de otra forma dejaría de haber individuos. Pero después te acostumbras a decir no.

Hay un momento, una estación para decir no, y hay un momento para aprender a dejar ir los noes innecesarios. De otra forma nunca alcanzarás la unidad con lo divino. Entiende sólo de qué se trata: el no te ayuda a separarte de tu padre, de tu madre, de tu familia, de tu sociedad. Es bueno -mientras dura está bien-, pero luego llega un día en que tienes que aprender a decir sí a Dios, sí a la existencia. Si no, permanecerás siempre separado, y la separación produce sufrimiento, crea una especie de conflicto con la vida, una lucha. La vida se convierte en una guerra. Y la vida no debería ser una guerra, debería ser una alegría relajada.

Por eso algún día uno tiene que decir sí.

Tienes miedo de perder tu ego. TÚ te interpones, tu ego se interpone. Y fue bueno que te ayudara a liberarte de tu herencia pasada, tu historia, tus padres, tu familia, tu Iglesia. Es bueno. Su misión ha concluido; ¡has dejado de ser un niño!

Ahora no sigas luchando. No sigas cargando el viejo hábito de decir no, si no, no dejarás de ser infantil.

Mira la paradoja: si un niño nunca dice no nunca crecerá, y si un hombre continúa diciendo no seguirá siendo infantil. Llega un día en que necesitas decir no con todo tu corazón, y otro en que además necesitas abandonar el no.

Te preguntarás: ¿Está bien decir siempre sí?

No, no siempre. El no tiene su propia utilidad. No debe ser una adicción, eso es todo. El no en sí mismo no es malo. Hay momentos en que tienes que decir no y otros en que tienes que decir no y otros en los que tienes que decir sí. Uno debe ser libre de decir sí o no. Uno no tiene que ser adicto ni a la afirmación ni a la negación. La persona libre analiza cada situación y dice sí o no –sea cual sea la respuesta-, según lo que siente en ese momento. Ese sí o ese no, no debe proceder del pasado, de la memoria. No debe ser una reacción, debe ser una respuesta.

Se necesita un equilibrio. No necesitas escoger. Tienes que inhalar y tienes que exhalar, y ambos son necesarios.

Un hombre debe ser libre para decir sí o no. Si estás obsesionado con el sí, no tendrás ninguna individualidad. Si estás obsesionado con el no, sólo tendrás un feo ego. Un hombre es saludable y total si tiene un gran equilibrio entre el sí y el no.

Y decir sí no es siempre correcto; no lo puede ser. Nada es siempre correcto, y nada es siempre malo. Pero te han enseñado ideas fijas una y otra vez: esto es bueno y esto es malo. Los conceptos de bueno y malo cambian, igual que cambian las circunstancias. Ningún acto en sí mismo es correcto o equivocado. Cada situación es nueva, y uno nunca sabe. No cargues con ideas fijas porque son obsesivas. Permanece libre para actuar.

Una persona religiosa es la que responde, la que está libre para actuar en cada situación, aquella cuyas reacciones no son fijas, la que no es mecánica.

sábado, 21 de marzo de 2015

LA CLARIDAD MENTAL

Jesús dice: «El camino es derecho pero estrecho». Es muy estrecho. No hay mucha posibilidad de elección, realmente no hay ninguna posibilidad de elección.

El problema es: ¿Cómo hacerlo? Porque la pregunta vuelve a surgir de nuevo: ¿De dónde sacar la motivación?

¿Alguna vez has visto surgir alguna acción en ti sin ninguna motivación? Quizás te des cuenta más adelante, recapitules, reconsideres toda la situación, y pienses que quizás hubo un motivo, pero en el momento del acto no hubo ninguno.

Por ejemplo, vas por un camino y ves una serpiente. No hay tiempo suficiente para pensar. La motivación necesitará tiempo, tendrás que ir a través de un silogismo: tendrás que fijarte en la serpiente, ver si es venenosa o no, peligrosa o no, tendrás que pensar acerca de otras experiencias con una serpiente, y la opinión de otras personas acerca de las serpientes. Tendrás que considerarlo. Y entonces te asustarás y tendrás una motivación: ¿cómo protegerte, cómo saltar, qué hacer?; pero todas esas cosas son sólo imaginarias. Cuando te enfrentas a la serpiente simplemente te quitas de en medio. El salto llega primero; no hay motivación, la acción es total.¡Tú eres la acción! No es que haya un actor y una acción, y que haya una mente entre los dos, un pensar y considerar qué hay que hacer. Simplemente actúas.

Tu casa está ardiendo: corres fuera, no te pones a pensártelo. No hay pensamiento. En un momento de no pensamiento surge la acción: esa acción carece de motivación, a pesar de que si miras hacia atrás, si recapitulas, puedes encontrar un motivo. Ese motivo es creado por la mente. La mente no puede entender nada sin un motivo; la mente es el motivo. Incluso cuando éste no existe, la mente impone un motivo. Más tarde, sentado debajo de un árbol, relajado, pensarás: «He actuado motivado por el miedo. Tenía miedo a la muerte, por eso he saltado». Pero eso es incorrecto, totalmente incorrecto. No había muerte, no había miedo. Simplemente actuaste. El acto surgió de la intuición, no a través del intelecto. La casa estaba quemándose y tú corriste afuera. Fue un fenómeno natural, fue un suceder.

La gente solía ir al Buda una y otra vez y le decían: «Sí, todo lo que dices es correcto, parece correcto, parece racional, lógico. También a nosotros nos gustaría salir de esta rueda de la vida y la muerte, pero tú haces las cosas imposibles. Nos dices: "Simplemente salta sin ningún motivo, porque si tienes algún motivo entonces seguirás en el círculo vicioso de la vida y la muerte. Porque todos los motivos son como los radios de la rueda, de modo que te estarás aferrando. Si tienes cualquier motivo, cualquier deseo, cualquier objetivo, cualquier futuro, estarás recreando una y otra vez el mismo patrón. Sal fuera sin ninguna idea"».

La gente decía: «Lo entendemos. Parece lógico: el mundo no es otra cosa que una proyección de nuestros deseos, por eso si tenemos un deseo -incluso salir de este mundo- eso creará otro mundo, así hasta el infinito, uno detrás de otro. Puedes seguir. ¿Entonces cómo salirte?». Y el Buda dijo: «Basta con que te des cuenta de que la vida no tiene significado. Ten claro que esta vida es ilusoria, que sólo hay miseria y dolor y nada más, agonía y nada más».

Date cuenta de que la casa se está quemando, y entonces no surge el cómo. La persona a la que se le quema la casa no consulta una guía sobre cómo salir de su casa cuando se está quemando. Simplemente encuentra la forma. Salta por la ventana, por la puerta de atrás. No se preocupa de las puertas o de las ventanas, ni de la etiqueta y de la buena educación; en ese momento no son posibles esos lujos. Puedes permitirte esos lujos sólo cuando la casa no está ardiendo y estás descansando en ella, pensando y planeando: «Si la casa estuviera quemándose, ¿por dónde saldría?». Pero ese "si" tiene que estar ahí, entonces puedes considerarlo, meditarlo lánguidamente.

Cuando digo "claridad mental", simplemente quiero decir ver el hecho como es. Si es falso se cae de tu ser por su propio peso; no necesitas tener ningún motivo para dejarlo caer. Nadie ha dejado caer nada, nadie puede dejar caer nada, porque en ese dejar caer está el apego. Tú no puedes renunciar a nada. En la misma renunciación está la atadura.

Piensas: «Vivir con mi familia, estar con mi mujer y mis hijos es una atadura. Obstruye mi meditación. No me deja tiempo ni espacio para buscar a Dios. Debería irme a los Himalayas, debería dejar a mi familia». Puedes arreglártelas para irte, puedes renunciar a tu familia y escaparte a los Himalayas, pero sentado en una cueva en los Himalayas seguirás pensando en tu mujer y en tus hijos, y Dios estará tan alejado como siempre; de hecho mucho más. Cuando estás con tu mujer y tus hijos no necesitas pensar demasiado en ellos. Están ahí, ¿qué necesidad tienes de pensar? Cuando no estén pensarás en ellos continuamente. Entonces todas las alegrías que disfrutaste con tu mujer y con los niños..., tu hijo sonriendo y corriendo en el jardín..., tú sentado junto a tu mujer...; y toda esa nostalgia se te aparecerá de mil maneras, mucho más bellas, más luminosas, mucho más psicodélicas.

¿Qué vas a hacer sentado en la cueva? Pensarás en tu casa, en el calor y en el confort del hogar. La cueva sólo te lanzará de vuelta a tu casa, una y otra vez. La frialdad de la cueva te recordará el calor de tu esposa, el calor de su cuerpo. Sin nadie que se ocupe de ti, sin nadie que te cuide..., te estarás acordando de tu familia continuamente: «¿Qué has hecho de ti?». Y «¿Cómo te vas a perdonar el haber dejado a tus hijos huérfanos?». Eso te torturará, eso te dolerá. Se convertirá en una herida. No serás capaz de olvidar, tampoco de perdonar.

Ésta es una manera estúpida. Nadie renuncia, nadie deja nada, nadie abandona nada. El que comprende se da cuenta de que algunas cosas han desaparecido. En la misma comprensión está la desaparición. Lo sé, viviendo en tu casa, viviendo con tu esposa y tus hijos, llega un momento en que tú dejas de ser un marido y ella deja de ser una esposa. De hecho, cuando dejas de ser esposo y ella deja de ser tu esposa, el amor surge con su mayor esplendor.

Ser un esposo es feo, ser una esposa es feo; es institucional, es legal. Es una especie de contrato. El matrimonio es feo. Llega un momento de comprensión en que el matrimonio simplemente desaparece. Y tú sabes, ¿cómo vas a convertirte en el dueño de una mujer? La idea misma es violenta, egoísta. ¿Cómo puedes poseer a una mujer? ¿Cómo puedes reducir a una hermosa mujer a una fea esposa? Ella recupera su libertad nuevamente, deja de estar en una jaula llamada matrimonio; tú vuelves a ser libre, dejas de ser un marido, ambos comenzáis a volar en el cielo, libres. Dejáis de estar enjaulados. El matrimonio ha desaparecido, el cielo del amor se abre.

Esa es la forma de librarse de la atadura: no es renunciando a las personas que amas, es renunciando a las cosas feas que has reunido alrededor de las personas que amas. Y esa renuncia surge de la claridad transparente.

¿Cómo puedes decir: «Éste es mi hijo»? Todos los hijos son hijos de Dios. Si estás en tus cabales, ¿cómo puedes declarar: «Éste niño es mío»? Él viene a través de ti, eso es verdad, tú has sido un pasaje para él, pero no te pertenece, no puedes poseerlo. Puedes amarlo, celebrar que vino a ti, pero no puedes convertir esa circunstancia en una forma de poder sobre el niño. La comprensión transforma las situaciones.

Sólo trata de entender qué es lo que estás viviendo, qué es tu vida. Mírala en profundidad, obsérvala en profundidad. No hay prisa en cambiar nada. Nunca tengas prisa en cambiar, deja sólo que tu percepción profundice. Viendo que algo es falso, te liberas. Y saber que lo falso es falso es saber que la verdad es verdad. Viendo lo falso como falso, tus ojos empiezan a ir hacia la verdad.

Eso es lo que pretendo decir cuando digo que la iluminación surge de la no elección. Carece de motivación. Viendo la futilidad de todos los tipos de motivaciones, se produce.

sábado, 14 de marzo de 2015

EL ASCETISMO

Es un camino al manicomio. Es patológico. Es la expresión de una mente enferma, violenta. Normalmente, la violencia se dirige hacia los demás, pero también puede ser dirigida hacia uno mismo. Y cuando esto ocurre es más peligrosa, porque no hay nadie para defenderte.

Cuando eres violento con otra persona, el otro está ahí para defenderse, para protegerse, para luchar contra ti. Cuando la violencia se vuelve hacia ti mismo, es absoluta; no queda nadie para defenderte.

Si sigues pensando que la persona que se autotortura es una persona espiritual, también tú estás alimentando su masoquismo. Él simplemente está disfrutando torturándose. Existe una alegría que surge de autotorturarse: consiste en sentir el poder. Cuando torturas a otro, también entonces tienes una sensación de poder. Por eso existe la violencia. La gente sigue ejerciendo la violencia entre ellos; esa es su única manera de sentirse poderosos. Pueden destruir al otro; Ese es su poder.

Pero existe una variedad de violencia en la que puedes empezar a destruirte a ti mismo, y te hará sentir poderoso.

Por ejemplo, se cuenta la historia de un santo hindú -no creo que sea cierta, pero podría serlo-, Surdas, que iba caminando por una calle cuando vio a una mujer hermosa, y por un momento olvidó que había renunciado al mundo. Se olvidó que era un santo, olvidó todo acerca de la religión, la disciplina, el yoga.

En ese momento su corazón saltó movido por una gran pasión y amor hacia esa mujer. Un momento después se sorprendió a sí mismo en falta. Regresó a su choza y se destrozó los ojos, se quedó ciego, porque las escrituras dicen que si tus ojos te llevan por mal camino, destrúyelos. Se debió de sentir inmensamente poderoso al destruir sus ojos: «¡Soy capaz de hacer hasta esto!». Su ego debió de sentirse sutilmente alimentado y más fuerte que nunca. Y no fueron los ojos, sino su capacidad de volverse inconsciente; los ojos no le habían llevado por mal camino. ¿Cómo pueden llevarte los ojos por mal camino? Los ojos son solamente ventanas al mundo. De pie en tu habitación mirando por la ventana, ves a una mujer hermosa; tú no rompes la ventana. Y rompiendo la ventana no conseguirás nada: no te volverás más espiritual, no te volve¬rás menos sexual, tu pasión no desaparecerá. Solamente te quedarás encerrado en tu casa y tu pasión seguirá bullendo en tu interior. Los ojos son ventanas.

Hace sólo unos días, creo que siete, en América una mujer se cortó una mano porque la Biblia dice: «Si tu mano te ofende, es mejor cortarla y arrojada lejos que ir al infierno y sufrir toda la eternidad».

¿A esa gente -Surdas o esa mujer, hay millones de este tipo- puedes llamarles religiosos? ¿Puedes llamarles espirituales? Son patológicos.

Una persona religiosa está sana, es una persona total. Acepta la vida como es, y acepta las alegrías que trae la vida. Baila con el baile, canta mil y una canciones. Su perspectiva no es antagonista, no está en contra de la vida.

La perspectiva ascética va en contra de la vida. Es suicida. Quizás estés cometiendo un suicidio muy lento y parcial; eso no cambia las cosas. Alguien salta de un acantilado y se destruye; otra persona se va destruyendo poco a poco a plazos, le lleva años destruirse: eso es envenenamiento lento, pero no hay diferencia. De hecho el hombre que salta del acantilado es más valiente que el que se va suicidando lentamente.

Pero a través de los siglos hemos estado alabando a esta gente insana, les hemos adorado. La humanidad, por culpa de esta reverencia, ha permanecido inmadura y anormal. La gente normal no es normal, sólo se le llama normal. Son muchos pero no son la norma, y además tampoco están sanos. Consiguen vivir sus vidas como pueden. El hombre que es destructivo con su ser está enfermo, y la gente que le adora como a un santo también está enferma.

Estoy absolutamente en contra de las prácticas ascéticas porque esas prácticas van contra la vida. Estoy por completo a favor de la vida, a favor de Dios. Dios es una celebración. Mira a tu alrededor..., la existencia entera está continuamente celebrando, en una especie de "aleluya". No deja de cantar y bailar, de amar y disfrutar. Si observas la existencia comprenderás qué significa ser religioso: ser religioso es ser parte de esta celebración.

El último Aga Khan III, el líder de la secta musulmana ismaelita, era aficionado a los placeres de la buena mesa. Cuando un visitante le preguntó cómo conciliaba esa predilección hacia los placeres mundanos y su estatus como líder religioso, el Aga replicó: «No creo que el Señor quisiera decir que las cosas buenas de este mundo tienen que ser disfrutadas sólo por los pecadores».

Estoy totalmente de acuerdo con el Aga. ¡Es estúpido que sólo los pecadores puedan disfrutar, y que los santos tengan que vivir en unas prisiones llamadas monasterios! No pueden comer, y si comen no se les permite saborear. No pueden escuchar música hermosa porque es muy sensual.

La persona llamada espiritual comienza a eliminar su vida. Una por una, van desapareciendo todas las cosas. Se queda medio muerto. Simplemente vegeta. No estoy a favor de ese tipo de existencia.

Las prácticas ascéticas te dan un tipo de alegría enferma, mórbida. Cuanto más te aficionas a ellas, más sientes que te estás convirtiendo en un conquistador, que estás conquistando algo. Cuanto más te dice el cuerpo: «No me destruyas», más arrogante te vuelves. Creas una escisión en tu interior, entre tú y tu cuerpo, y comienza una gran batalla.

El mismo Dios está enraizado en el mundo. Arranca un árbol de la tierra y morirá. La vida del árbol está entrelazada con la vida de la tierra: necesita agua, necesita abono, necesita alimento, necesita sol, aire, viento. Esas son las necesidades naturales, el árbol vive a través de ellas.

Saca el árbol de la tierra, durante unos días tal vez no te des cuenta de que está muriendo, el agua que contenía quizás lo mantenga verde un poco más, puede que incluso se abra alguno de sus capullos, o algunas de sus flores, pero no por mucho tiempo; más pronto o más tarde se acabarán las reservas del árbol y morirá.

Sal de tu cuerpo y morirás. Tu cuerpo es tu tierra. Tu cuerpo pertenece a la tierra, procede de ella, es una pequeña tierra a tu alrededor. Te alimenta, no es tu enemigo. No está en las manos del diablo. No hay un diablo: este es la creación de una mente patológica, de una mente paranoica. Ha hecho su aparición en el mundo a causa del miedo. Pero tu llamado Dios también aparece a causa del miedo. Tú no has conocido al Dios real. El Dios real no es fruto del miedo; surge del amor, de la alegría, y sólo puede ser experimentado volviéndote cada vez más sensitivo, abriéndote cada vez más.

Permanece en tu cuerpo. Sal de tu mente y penetra en tus sentidos: esa es la única manera de ser religioso.

Parecerá paradójico, pero déjame que te diga: la única manera de ser religioso es estar en el mundo, profundamente en el mundo, porque Dios se esconde en el mundo. No existe "otro mundo". El otro mundo está en el centro más profundo de este mundo, no está separado de él.

Si abandonas toda clase de creencias y empiezas a mirar con claridad, te sorprenderás: el hombre no ha sufrido en las manos de la gente no religiosa, el hombre ha sufrido en las manos de los llamados religiosos.

Las desgracias más grandes del hombre han surgido a causa de la división entre el cuerpo y el espíritu. El hombre se ha vuelto esquizofrénico por culpa de vuestros santos, de vuestras iglesias, de vuestras escrituras. Y no te estoy diciendo que no haya habido nunca santos auténticos. Los ha habido: Jesús o Diógenes, el Buda y Krishna, Zaratustra y Lao Tzu; esas personas amaban la vida. Y la tradición que dice otra cosa, está creada por los patológicos.

sábado, 7 de marzo de 2015

REACCION Y RESPUESTA

Naturalmente. Siempre reaccionamos a partir de nuestro pasado. Hasta ahora siempre ha funcionado, por eso pensamos que va a funcionar en todas las situaciones, pero un día surge una situación en la que tu pasado es simplemente inaplicable, no funciona. Esa es la verdadera crisis..., y también, la verdadera oportunidad.

La palabra china para crisis -no tienen palabras, tienen imágenes-, el ideograma chino para crisis es hermoso. Consiste en dos pequeñas imágenes, dos pequeños ideogramas: uno quiere decir peligro, el otro quiere decir oportunidad. Crisis es peligro y oportunidad; depende de ti. Si continúas reaccionando basándote en el pasado te suicidarás. Es peligroso. Si tienes inteligencia para ver que el problema es nuevo y que la respuesta tiene que ser nueva -las viejas respuestas no valdrán, entonces es una gran oportunidad. Pasando a través del desierto alcanzarás una enorme madurez y una gran integración. Y recuerda, así es como sucede cada vez.

Siempre pensamos basándonos en el pasado. Así es como reacciona todo el mundo. Éste es el significado de la palabra reacción. Ésta es la diferencia entre reacción y respuesta. Respuesta significa que la situación es tan nueva que no puedes obtener ninguna respuesta desde el pasado; al darte cuenta de esto respondes a la situación. Vas con la situación, no piensas en el pasado. Si estás pensando en el pasado y si metes en ello tu pasado, destruirás la oportunidad de crecimiento y seguirás comportándote dentro del viejo patrón, la vieja rutina. Esto es lo que sucede.

Has sido cristiano, has sido hindú, ahora te da miedo ser sannyasin. Crees que esto también es otra iglesia. ¡No lo es! Crees que esto es de nuevo una organización. ¡No lo es! Crees que esto es volverse de nuevo parte de un sistema de creencias. ¡No lo es! Estás confrontando algo absolutamente nuevo, pero naturalmente reaccionas basándote en el pasado. Piensas: «Yo era cristiano, ¿qué sentido tiene ahora hacerme sannyasin?».

Precisamente hace unos días estuvo aquí un monje católico. Después de estar en un monasterio católico durante doce, trece años, consiguió escaparse. Ahora tenía miedo. Me dijo: «¡Ahora tengo mucho miedo! Osho, te tengo miedo, porque me atraes tanto que tengo miedo de hacerme tu sannyasin. Y justo ahora me acabo de escapar, y no quiero volver a entrar en otro sistema».

Es natural, lo podemos entender, pero lo natural no es necesariamente cierto. Existen situaciones en las que te estás enfrentando a algo muy nuevo, algo a lo que nunca te has enfrentado antes, pero tus ojos están llenos de pasado. Ellos interpretan de forma antigua y podrida.

La inteligencia consiste en que, al ver el hecho de que la situación es nueva, nunca intentes lo viejo.

Cuando la situación es nueva, ¡sé nuevo! ¡Ten inventiva! ¡Deja caer el pasado! ¡Mira con nuevos ojos! Deja que tu consciencia responda a lo nuevo. ¡Refléjalo! Y no tengas miedo a los errores y a las equivocaciones, porque en una situación nueva el único error que es imperdonable es el error de usar algo que fue práctico en otra ocasión, ¡el único error imperdonable! Todos los demás errores y equivocaciones son perfectos, están bien; aprenderás algo a través de ellos.

Los sufíes usan la palabra "convicción" de una manera muy extraña.

Si dices: «Soy un cristiano convencido», o «Soy un hindú convencido», ese no es el significado, no el significado sufí. Los sufíes dicen que la convicción sólo quiere decir aquello que surge de tu ser más intrínseco, no del exterior. Por ejemplo, todo el mundo busca la felicidad; eso es una convicción. Es natural. Nadie te ha dicho que busques y persigas la felicidad, es algo intrínseco en ti; todo el mundo la está buscando y persiguiendo. Nadie te ha dicho que la felicidad sea posible. De hecho, muchos filósofos están diciendo que la felicidad no es posible. Freud lo dice, Nietzsche también; nunca ha sucedido y no puede suceder por la misma naturaleza de las cosas; es imposible. Pero de todas formas, ¿a quién le importa Nietzsche y Freud? La gente sigue buscando. Hasta Nietzsche siguió buscando, y también Freud. En sus momentos filosóficos supo que no era posible, pero también tuvo momentos que no eran filosóficos, cuando era un ser humano y no un psicoanalista, cuando no era el fundador del psicoanálisis sino sólo un ser humano: un padre, marido, amante o amigo. Entonces comenzaba a buscar la felicidad, aunque sabía que no era posible. Pero ese conocimiento sigue siendo superficial.

La convicción es inherente. El pájaro haciendo un nido en el árbol está convencido de algo de lo que no tiene conocimiento. Nunca ha hecho un nido, nunca ha tenido crías –ésta es la primera vez-, tampoco ha ido nunca a ninguna escuela a aprender cómo hacer nidos. Nadie se lo ha contado, nadie se lo ha enseñado, y de repente surge la convicción.

En el momento en que la hembra se queda preñada surge en ella la convicción, desde un lugar desconocido y profundo, de que tiene que construir un nido; no sucede realmente en su cabeza, sino en la misma fibra de su ser. Empieza a moverse, a preparar cosas. Tiene que preparar mil y una cosas, y cuando lleguen las crías el nido estará listo. No sabe nada de crías, no sabe nada de nidos, pero ocurre. Esto es convicción en el sentido sufí de la palabra.

Sin embargo, ¿No tienes tú alguna convicción? ¿No estás "convencido, a pesar de todo"? ¿No tienes la convicción en el fondo de tu ser de que la tierra no es tu casa, de que tienes que encontrar tu casa, de que aquí, de alguna manera, eres extranjero, de que el amor que estás viviendo es de alguna manera superficial -tu destino es mucho más que esto-, de que la vida que estás viviendo no es la vida que se supone debías vivir? Esta convicción existe; por eso la búsqueda, por eso la aventura, por eso uno sigue buscando aquí y allí, en esta dirección y en aquélla. En algún lugar debe de haber una forma de poder realizar tu destino.

¿Quién te ha dicho que ésta no es tu casa? ¿Quién te ha dicho que hay algo más en la vida? ¿Quién te ha dicho que hay otra vida después de la muerte? Nadie ha regresado de la muerte, nadie ha dicho: «He sobrevivido». Ni el Buda, ni Mahavira, ni Krishna han regresado de la muerte, pero existe una sutil convicción, una convicción inquebrantable de que, de alguna forma, seguirás viviendo. Este cuerpo se extinguirá, esta vida se extinguirá, pero la vida continuará, la Vida con mayúscula.

Si escuchas la situación, el problema al que te estás enfrentando, la crisis que estás atravesando, si escuchas silenciosamente, encontrarás la llave que abre la puerta. En el problema está la solución. En la enfermedad se esconde la medicina, el tratamiento. Si puedes entrar en el problema sin respuestas preconcebidas, el problema te susurrará, te dirá cómo se puede solucionar.

Cuando estás enfadado, escucha a la rabia y encontrarás la llave que abre las puertas de la compasión. Cuando estás sexualmente rebosante, escucha a tu sexualidad y encontrarás la puerta de un estado de conciencia más elevado en el que la distinción observador-observado, sujeto-objeto es transcendida. Escucha a tu avaricia, y te sorprenderás, en el fenómeno mismo de la avaricia está escondido el secreto del compartir.

Éste es el arte de ser meditativo. Ésta es la auténtica meditación: siempre que te enfrentes con un problema, entra en el problema, y sólo podrás entrar si no tienes ninguna solución preconcebida. Esas soluciones son tus enemigos. Ahora fíjate en el cambio: ¿te crees que esas soluciones que tienes en la cabeza en forma de conocimientos son tus amigos?, ¿imaginas dónde estarías sin esas soluciones? No es verdad. Esas soluciones son tus enemigos. Por su culpa no puedes escuchar el silencioso susurro del problema, no puedes penetrar en su misterio.

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