sábado, 27 de agosto de 2016

BENDITOS LOS TONTOS DICHOSOS

Hay un dicho de Mahoma muy extraño: el cielo está ocupado en su mayor parte por tontos. Cuando lo leí me quedé sorprendido. Nunca pensé que Mahoma fuera tan revolucionario. ¡Un dicho tremendo! ¿Qué quiso decir con él, con «El cielo está ocupado en su mayor parte por tontos»? Pero poco a poco, viéndoos aquì, sentí que estaba en lo cierto. Aquí también está ocupado principalmente por tontos.

Deja que te explique cuántas clases de tontos hay aquí. La primera clase de tonto: uno que no sabe y no sabe que él no sabe. El tonto simple. Luego la segunda: uno que no sabe, pero que sabe que sabe. El tonto complejo, el tonto erudito. Y la tercera: uno que sabe que él no sabe, el tonto dichoso.

Todo el mundo nace siendo un simple tonto. Ese es el significado de «simplón». Cada niño es simplemente tonto. El no sabe que no sabe. No se ha dado cuenta aún de la posibilidad de saber. Esa es la parábola cristiana de Adán y Eva.

Dios les dijo, «No comáis del fruto del Árbol del Bien y del Mal»". Antes de ese accidente por el cual comieron del fruto del Árbol del Bien y del Mal, ellos eran simples tontos. No sabían nada. Desde luego que eran tremendamente felices porque cuando no sabes, es difícil ser infeliz. La infelicidad requiere cierto adiestramiento, la infelicidad requiere de algo de eficiencia para crearla, la infelicidad requiere algo de tecnología. No puedes crear un infierno sin conocimiento. ¿Cómo Vas a poder crear un infierno sin saber?

Adán y Eva eran como niños pequeños. Cada Vez que un niño nace, Adán nace. Y vive unos cuantos años, como máximo hasta los cuatro años y ese período se va acortando cada día. El vive en el paraíso porque desconoce còmo crear el sufrimiento. El confía en la vida, disfruta de las pequeñas cosas, de los guijarros en la playa o de las conchas. Las acumula como si tuviera un tesoro. Por lo general, a las piedrecillas de colores las ve como si fueran kohinoors. Todo le fascina: las gotas de rocío al sol de la mañana, las estrellas en la noche, la luna, las flores, las mariposas, todo es pura fascinación.

Pero luego, poco a poco, empieza a conocer. Una mariposa solamente es una mariposa, una flor es solamente una flor. No contiene mucho. Empieza a conocer los nombres: esto es una rosa y esto es champa y esto es chameli y esto es una flor de loto. Y paso a paso esos nombres se convierten en las barreras. Cuanto más sabe, más se separa de la vida. Se vuelve «mental», ahora vive a través de la mente, no a través de su totalidad. Ese es el significado de la Expulsión. Ha comido del Árbol de Bien y del Mal.
Todo niño ha de comer del Árbol del Bien y del Mal. Todo niño es tan simple que ha de adquirir complejidad. Es parte de su crecimiento. Por eso todo niño ha de ir desde la pura tontería hasta la tontería compleja.

Hay diferentes grados de tontería compleja. Una poca gente solamente se matricula, otra poca gente se gradúa en ella, otros llegan a ser post-graduados, otros alcanzan el doctorado. Hay ciertos niveles, pero cada niño ha de probar algo del conocimiento porque la tentación por conocer es muy grande. Cualquier cosa que se presente como algo desconocido es peligrosa, es un peligro. Se ha de saber lo qué es porque al conocerla podrás manejarla. Sin saber qué es ¿cómo vas a manejarla? Por eso los niños han de adquirir conocimientos.

Por eso necesariamente el niño que pertenece a la primera categoría, por pura necesidad, se ha de convertir en uno de la segunda, pero desde la segunda, el que pase a la tercera puede o no puede suceder. No hay una necesidad. El del tercer tipo solamente sucede cuando la segunda clase de estupidez se ha convertido en una gran carga, cuando uno ha acarreado durante demasiado tiempo, hasta la extenuación, con la erudición. Cuando uno se ha convertido en una pura cabeza y ha perdido toda sensibilidad, toda consciencia, todo vivir; cuando uno se ha convertido en pura teoría, en dogmas y en escrituras y palabras y palabras que giran en torno a la mente. Un día, si la persona es consciente, ha de abandonar todo eso. Entonces se convierte en un tonto de la tercera categoría: el tonto dichoso.

Entonces llega a la segunda infancia. De nuevo es un niño. Recuerda a Jesús diciendo: «En mi Reino de Dios solamente serán bienvenidos aquellos que sean como niños». Pero recuérdalo, Èl dice «como niños», no dice «niños». Los niños no podrán entrar, tendrán que penetrar primero en el dominio del mundo, tendrán que ser envenenados por el mundo y luego tendrán que limpiarse por ellos mismos. Esa experiencia es obligatoria.

Por eso no dice «niños», sino que dice «aquellos que sean como niños». Esa palabra «como» es muy significativa. Significa: aquellos que no son niños, pero que aun así son niños. Los niños son santos, pero su santidad se debe únicamente a que no han vivido las tentaciones del pecado. Su santidad es muy simple, no posee un alto valor intrínseco porque no se la han ganado, no se la han trabajado, no han sido tentados para dejarla. Las tentaciones llegarán antes o después. Y se presentarán mil y una tentaciones y el niño será empujado en múltiples direcciones. No te estoy diciendo que no deba de ir en esas direcciones. Si se reprime a sí mismo, si se auto-inhibe, seguirá perteneciendo a la primera categoría de tonto. No formará parte del Reino de Jesús; no podrá acceder al Paraíso de Mahoma; no. Seguirá siendo simplemente un ignorante. Su ignorancia no será más que represión, no será una descarga.

Primero ha de obtener el conocimiento, primero ha de pecar y solamente tras pecar y saber y tras desobedecer a Dios y sumergirse en la crudeza del mundo, perdiéndose, viviendo su propia vida de ego, será capaz un día de abandonarlo todo.

No todos lo dejarán todo. Todos los niños pasan de la primera clase de tontería a la segunda, pero desde la segunda solamente unos pocos bendecidos pasan a la tercera, por eso se les denomina los tontos dichosos.

El tonto dichoso es la más alta posibilidad de comprensión porque ha conseguido averiguar que el conocimiento es algo fútil, ha llegado a saber que todo conocimiento es una barrera para el saber. El conocimiento es una barrera para el saber, de forma que abandona todo conocimiento y se convierte simplemente en uno que sabe. Simplemente alcanza claridad de visión. Sus ojos están vacíos de teorías y pensamientos. Su mente ha dejado de ser una mente, su mente es inteligencia, pura "inteligencia. Su mente ha dejado de estar repleta de basura, su mente ha dejado de estar repleta de saber prestado. Simplemente es consciente. Es una llama de consciencia.

Tertuliano dividió el saber en dos categorías. A una la llama el saber ignorante. Ese saber es el del tonto de la segunda categoría: el saber ignorante. EI erudito sabe y aun sabiendo, no sabe, porque no lo sabe por experiencia propia. El ha oído, ha memorizado. Es un loro: Cómo máximo, una computadora.

Tertuliano dice que éste es el saber que no es realmente saber, sino ignorancia disfrazada de sabiduría, ignorancia vestida de saber. Es un retroceder, un retroceso desde la infancia inocente. Es una corrupción, Es un estado corrupto de la mente. Astuto, sagaz, pero corrupto.

Luego Tertuliano dice que hay otra clase de saber al que llama «la ignorancia sapiente». Surge cuando una persona abandona todo conocimiento, toda teoría, cuando mira directamente, observando la vida tal y como es, sin ideas sobre ella, percibiendo la Realidad como es, cuando encara inmediata, directamente la Realidad Sin un conocimiento de ella. Se encara y se encuentra con la Realidad permitiendo que aquello que es, florezca. Simplemente escucha a la Realidad, mira en la Realidad y dice, «No sé». Ese es el niño del que habla Jesús. No es realmente un niño. Es como un niño.

Y yo digo, «Sí, dichosos los tontos porque ellos heredarán las bendiciones de Dios».

Desde la primera clase, el salto a la segunda es automático. Desde la segunda, el salto a la tercera no es automático. Desde el segundo tipo al tercero, el salto implica una decisión. Eso es lo que es el sanyas. Decides que ya basta de tanto saber, que te gustaría ser tonto de nuevo, que te gustaría ser otra vez un niño. Renacer. Aquí yo soy como una comadrona. Os puedo ayudar a que os volvais tontos.

Y recuerda: a menos que hayas alcanzado la tercera clase, toda tu vida será un puro desperdicio.

Adán desobedeció a Dios. Cada Adán ha de desobedecer a Dios. Adán cayó desde la gracia. Todo Adán ha de caer. Adán comió del fruto del Àrbol del Bien y del Mal. Todo Adán se ha de convertir en un erudito. Es un proceso natural. Me he encontrado con cientos de parábolas, pero ninguna se puede comparar con esta parábola de la Caída de Adán. Es la parábola con más contenido que ha existido. Por eso me remito continuamente a ella con nuevas interpretaciones; continúa revelando nuevos significados.

Y cuando Adán se convirtió en Cristo, se convirtió en un tonto de la tercera clase. Cristo pertenece a la tercera categoría de tontos: el tonto dichoso. Lo que Adán hizo, Cristo lo deshizo. Cristo regresa de un modo absolutamente inocente, obediente.

Los rabinos, los religiosos judíos, los sacerdotes del Templo de Jerusalén, eran tontos eruditos. No podían tolerar a Jesús. Los tontos eruditos siempre son incomodados por los tontos dichosos. Tuvieron que matarle porque su presencia suponía un pináculo tan elevado de paz, de amor, de compasión y de luz que todos los tontos eruditos se dieron cuenta de que se ponía en peligro a todo su ser. Si ese hombre seguía viviendo entre ellos, entonces ellos eran los tontos y la única forma de deshacerse de ese hombre fue acabar con él para que, de nuevo, ellos pudieran ser los sabios de su raza.

A Sócrates lo mataron los eruditos. A Mansur lo mataron los eruditos. Siempre ha surgido un tremendo conflicto cuando alguien de la tercera clase de tontos ha aparecido en el mundo. Todos los pandits se agrupan; su negocio está en peligro. Todo lo que saben, ese hombre lo pone en tela de juicio y en su fuero más interno ellos saben que lo que saben son tonterías, porque no les han servido para nada. De ello no ha surgido ni dicha, ni gozo alguno. Son como siempre han sido. Su saber no ha tocado sus corazones, no les ha supuesto ninguna transformación. Lo saben en lo más profundo de su corazón y por eso se sienten aún más incómodos. Desean destruir a ese hombre porque con la posibilidad de que él exista, ellos se convierten en «don nadies». Sin Jesús, eran los sumos sacerdotes del templo; con Jesús, de repente, no son nadie. En presencia de Jesús se vivía a Dios mismo y los sacerdotes percibían que su esplendor les había sido arrebatado.

Solamente la gente de enorme coraje salta del segundo al tercero. Es un salto cuántico. La religión es únicamente para los más valientes. En realidad es para los temerarios. No es para los cobardes.

sábado, 20 de agosto de 2016

LAS DIMENSIONES DE LA CONSCIENCIA

La consciencia tiene dos dimensiones: una es la del tener y la otra es la del ser. Y solamente hay dos categorías de seres humanos: la del que se esfuerza al máximo por obtener más y más y la de aquél que ha comprendido la futilidad de eso y que ha encauzado su vida en otra dirección, en la dirección del ser. Esa gente está tratando de saber quiénes son.

En el mundo del tener solamente crees que tienes algo, pero realmente no posees nada. Viniste con las manos vacías y te irás con las manos vacías. Todo lo que suceda en medio es como un sueño. Aparenta ser verdad, mientras dura parece ser verdad, pero una vez se ha ido comprendes que no había nada que realmente estuviera sucediendo. La realidad ha permanecido sin ser afectada por tus sueños. El mundo del poseer no es nada más que un mundo de sueños.

La persona religiosa es aquella que se ha dado cuenta de la futilidad de todo. No puedes poseer nada más que a ti mismo. Y todo lo que tienes, excepto tú mismo, no es más que un engaño. Es una ilusión. Y, de hecho, aquello que posees te posee a ti más que tú a eso. El que posee se convierte fatalmente en lo poseído. Crees que posees muchas cosas: riquezas, poder, dinero, pero en lo más profundo tú estás poseído por esas mismas cosas, estás encapsulado, encadenado, encerrado por esas mismas cosas.

Observa a los ricos. No poseen riquezas; son tan pobres como cualquier otro hombre, son tan míseros como cualquier mendigo. En realidad, aquello que poseen, los posee a ellos. Están agobiados con ello.

Por eso lo primero que has de entender son estas dos puertas: el tener y el ser. Si aún estás perdido en el sueño del poseer, todavía estás en el mundo. Puede que estés en una cueva de los Himalayas. Eso no importa. El mundo sigue allí porque el mundo existe en el deseo mismo de poseer. Y nadie nunca ha poseído nada.

Solamente se puede poseer una cosa y esa cosa ya la tienes contigo. Es tu propio ser, tu propia consciencia. Pero para alcanzar ese «ser», uno ha de trabajar duro. No puedes alcanzarlo fácilmente. Primero has de separarte del mundo del tener. Eso se asemejará al morir porque con eso es con lo que te has identificado. Tú eres tu coche, tú eres tu casa, tú eres tu cuenta bancaria. Y cuando empiezas a despertar de este sueño empiezas a, sentirte como si desaparecieras porque todas tus viejas, identidades empiezan a desaparecer. Una identidad desaparece, una parte de ti desaparece: Solamente deja tras de sí el vacío. Cuando todas tus identidades desaparezcan y simplemente quedes tú, habrá tan sólo puro espacio, tan puro como la vida, tan puro como la muerte. No quedará nada más. Ese es tu ser. Solamente se puede poseer ese ser porque de hecho ya está ahí. Solamente puedes poseer aquello que ya tienes, no puedes poseer nada más. Todo deseo es un desear lo inútil. Solamente conduce a la frustración.

Por lo general, hasta cuando la gente se vuelve religiosa, siguen pensando en términos de tener, de poseer el cielo o de alcanzar los placeres del cielo, pero siguen pensando todavía en función del poseer. Su cielo no es nada más que el deseo proyectado de poseerlo todo. Todo lo que se ha perdido estando aquí desearían poseerlo en el más allá. Pero es el mismo deseo.

La persona auténticamente religiosa es aquella que se vuelve consciente de la futilidad del desear, de la imposibilidad de obtener nada, aquí en este mundo o después en el otro mundo. Solamente te puedes tener a ti mismo. Solamente puedes ser el amo de tu propio ser. Si no estás intentando serlo... Es duro, no hay atajos, las drogas no te servirán de nada. Eso es muy fácil, es muy astuto. Es un engaño químico.

Deseas introducirte en el mundo de tu màs recóndito ser sin ningún esfuerzo. Es algo deshonesto. Sin ganártelo deseas poseerlo.

Cuando Mahavira lo posee es porque se ha esforzado duramente por ello; cuando un Baal-Shem lo posee es porque ha trabajado arduamente por ello, ha sacrificado todo su ser por eso. Todo su ser se ha convertido en pura oración, en devoción, en un sacrificio a lo Divino. El no está ahí; simplemente se ha ofrecido totalmente. Entonces él lo posee. O un Kabir, o un Zarathustra... todos han recorrido el duro camino. El camino empinado es el único camino; no hay atajos.

Pero el hombre siempre ha tratado de inventarse atajos de múltiples maneras. El viaje con las drogas es la última invención de la astuta mente humana. Con sólo ingerir una pastilla o inyectarte cierto compuesto químico en el cuerpo crees que te puedes convertir en un Buda, crees que puedes alcanzar el dominio total de tu ser. Simplemente te convertirás en un es¬clavo de la química, no en un amo de tu ser. Surgirá un ansia por tomar más y más y más, una y otra vez. Necesitarás de mayores y mayores dosis. Rápidamente te convertirás en un náufrago, rápidamente te volverás tierra baldía y te abandonará todo lo bello, todo lo verdadero y todo lo que es divino. Pero el señuelo está ahí. La mente humana cree que puede descubrir atajos.

Puede que recuerdes lo que ocurre en determinados sueños. En los sueños, si vas en tren, puedes saltarte muchas estaciones. Estás en Londres y de repente te encuentras en Tokio. Te saltas todo el trayecto. El inconsciente continuamente anhela atajos. En los sueños, vale, pero en la vida real no es posible, no puedes saltarte las paradas y no puedes saltarte ninguna estación en el camino. Por muy rápido que vayas no puedes saltarte nada. Más lenta o más rápidamente, no importa. Has de recorrer todo el trayecto y has de hacerlo por el camino más difícil.

El ácido y las drogas siempre han deslumbrado al hombre. Es algo tan viejo como el hombre mismo. En los Vedas empleaban soma. En la India han seguido empleando drogas durante siglos, charas y ganja y opio. Lo han probado todo. Ahora esta locura existe por todo el mundo. Ahora la gente trata de encontrar un atajo, un método fácil y sencillo que puedas manejar, que te puedas tragar. El samadhi no puede ser ingerido y Dios no es un fenómeno químico. Te lo has de ganar; solamente entonces puedes tenerlo.

sábado, 13 de agosto de 2016

VIVIR EN FORMA NATURAL

Un chiquillo estaba jugando junto a su padre que estaba sentado en el jardín. El pequeño estaba tratando de levantar una gran piedra. Era demasiado grande y no podía con ella. Lo intentó en vano. Se puso a sudar:

El padre le dijo, «No lo estás haciendo con todas tus fuerzas» .

El niño le contestó, «No es verdad. Estoy poniendo toda mi energía y no sé qué más puedo hacer”.

El padre le dijo, «No me has pedido que te ayude. Esa también es tu energía. Yo estoy aquí sentado y no me has pedido que te ayude. No estás empleando toda tu energía».

Un hombre que vive de técnicas puede que piense que está empleando todas sus energías; pero no le ha pedido ayuda a Dios. Un hombre que simplemente medita con técnicas es un pobre hombre. Un hombre orientado hacia las técnicas es una mente cerrada. Lo ha de planear todo. Y aunque tus planes se vean realizados, no serás feliz, porque son tus planes. Son tan pequeños como eres tú y aunque tengas éxito, serás un fracasado; incluso en tu éxito tendrás el sabor de la frustración. Porque ¿qué es lo que obtendrás? O, si fracasas, ten por seguro que te sentirás frustrado. Cuando fracasas te sientes frustrado, pero cuando triunfas también te sientes frustrado.

Àbrete a lo divino. Vive de modo natural, sin intentar mejorar, sin vivir a través de las ideas, sin vivir a través de las disciplinas morales, viviendo sencillamente una vida natural. La naturaleza debería ser tu única disciplina y todo aquello que es natural es bueno porque así es como Dios quiere que sea, desea que sea. Si eres capaz de aceptar tu vida con una inmensa gratitud, esa es la forma en que Dios quiere que sea... Si él te ha dado el sexo, pues te ha dado el sexo. El lo sabe mejor. No tienes que tratar de forzar un estado de celibato en ti. Un celibato forzado es repugnante, más repugnante que un sexo natural. Y si aceptas el sexo natural descubrirás que más allá de cierto punto, el sexo se convierte en celibato natural. Entonces surge el brahmacharya, entonces empiezas a vivir de un modo absolutamente diferente.

Pero éste, llega cuando fluyes con el río.

¿Ves? Un río desciende de las montañas, recorre miles de kilómetros y luego, un día, desaparece en el océano. Si el río fuera un gran pensador y empezara a pensar, «Esto es ir hacia abajo. No debería hacer esto. Mi morada está en las montañas. Un río es como las nevadas cumbres de los Himalayas. Allí es mi morada. Y ahora estoy cayendo. Esto es pecado. Cayendo por un glaciar, yendo hacia la tierra desde las alturas del cielo...» Si los ríos fueran pensadores se volverían locos porque esto es ir hacia abajo, descender al infierno. Pero los ríos no son pensadores. Son muy afortunados. Lo aceptan. Era la voluntad de Dios el que estuvieran en las cimas; ahora es su voluntad el que exploren las profundidades.

Y una persona que realmente quiere conocer las alturas también ha de conocer las profundidades, de otro modo no podría conocerlas. La sima es la otra cara de la altura. Cuanto más alto es el pico de la montaña, más profundo es el valle. Si quieres conocer al árbol también has de saber qué son las raíces. El árbol asciende y las raíces descienden, y entre estos dos movimientos existe el árbol. Entre el movimiento ascendente y el movimiento descendente. Esta es la tensión que le da vida al árbol.

El río se mueve, confiando, sin saber hacia donde va. Nunca antes ha ido por allí y no dispone de mapas ni de guías que lo guíen. Pero él confía; si así es como sucede, ha de ser bueno. Continúa bailando y cantando. Y luego, un día, todo río, - tanto si discurre hacia el Este como si discurre hacia el Oeste, o hacia el Sur, o hacia el Norte, no importa - todo río al final, por último, alcanza lo supremo: desaparece en el océano. En el océano ha alcanzado su máxima profundidad.

Ahora se ha completado el viaje. Ha conocido las cumbres de los Himalayas y ha conocido las profundidades del océano. Ahora la experiencia es total, ahora el círculo se ha completado. Ahora el río puede desaparecer en el nirvana, ahora el río puede desaparecer en el moksha.

Esto es lo que es la Liberación. Vive como un río. Un hombre que está demasiado obsesionado con las técnicas es un hombre que no confía, un hombre que duda. No es capaz de confiar en la vida. Solamente confía en sus técnicas.

Oí una bella anécdota:

Un coleccionista de gorilas estaba ansioso por tener más gorilas en su colección, así que se fue a África. Pronto se encontró en la cabaña de un Gran Cazador Blanco.

¿Y cuánto cobras por cada captura? le preguntó el coleccionista.

«Mira» le dijo el cazador, «Cobro quinientos dólares para mí, quinientos dólares más para ese pigmeo que lleva el rifle y quinientos dólares por mi perro».

El coleccionista no podía imaginarse porqué el perro tenía que llevarse esos quinientos dólares, pero siendo un hombre práctico razonó que mil quinientos dólares era un precio justo y que le importaba poco cómo lo dividiera.

En el safari el Gran Cazador Blanco divisó a un gorila en lo alto de un árbol al que trepó y golpeando al gorila en la cabeza éste cayó al suelo. El perro fue hacia él, hizo presa en sus testícülos y lo dejo inerme. Mientras tanto el cazador descendió del árbol, acercó una caja y metió al gorila en ella.

El coleccionista estaba estupefacto. Le dijo al cazador. « ¡Esto es sencillamente fantástico! ¡Nunca había visto algo así en mi vida! Con razón ganas esos quinientos dólares, y ese perro bien... ¿qué puedo decir? Simplemente es terrorífico.

Pero ese pigmeo con el rifle no parece que esté haciendo nada».

El cazador le dijo. «No te preocupes del pigmeo. El se gana su dinero».

Y así siguieron cazando gorila tras gorila hasta que finalmente se encontraron con un gorila que había estado observando todo el proceso. El cazador subió al árbol y estaba a punto de darle al gorila en la cabeza cuando el gorila se giró y le dio a él primero.

Mientras el Cazador caía del árbol, le gritó al pigmeo. «¡Dispara al perro, dispara al perro!»

Esta es la mente orientada hacia la técnica. Lo prevee todo, cada posibilidad. No deja un agujero en el sistema.

Un hombre religioso no puede vivir de un modo tan planeado; no es posible. Ha de dejar muchos orificios por los que Dios pueda entrar. En realidad, si lo entiendes correctamente, un hombre religioso es uno que no planea nada, porque, ¿cómo va a planear? ¿Y cuáles son nuestras facultades para planear? Somos limitados. Poseemos la pequeña luz de la inteligencia, pero es muy poca. Confiar en ella a ciegas da origen a una vida muy mediocre. Lo inmenso nunca entra en esta vida mediocre, lo infinito nunca entra en esta vida mediocre, lo inacabable nunca entra en esta vida mediocre.

El riesgo es abandonar la mente que parece nuestra única seguridad, abandonar la mente que parece ser nuestra única certeza, abandonar la mente que parece ser nuestra única arma. Y entonces, confiar en la no-mente. Llámala Dios. Confiar en la Existencia, sin confiar en uno mismo.

sábado, 6 de agosto de 2016

CUANDO COMIENZAS A COMPRENDER

La mente humana tiende a convertir toda experiencia en una pregunta. Ese es un paso muy destructivo. Por favor, evítalo. Aquí, junto a mí, todo el empeño radica en conocer lo que no es cognoscible, aquello que no es expresable, conocer eso que no puede ser expresado con palabras.

Cuando empieza a suceder, no lo conviertas en un problema, no lo conviertas en una pregunta, porque al preguntar lo detendrás. Entonces tu mente estará con alguna otra cosa y tú estarás distraído.

Cuando empieza a suceder, disfrútalo, ámalo, siéntete nutrido por ello, saboréalo, baila, canta, pero no lo conviertas en una pregunta. Permítelo, simplemente, y déjale un espacio vital. Crecerá. Necesita espacio en ti para crecer.

No te apresures a convertirlo en una teoría. Las teorías son muy peligrosas. Pueden matar al niño en el vientre. En el momento en que empiezas a pensar en términos de análisis, de saber lo que es y lo que no es, de comparaciones, de etiquetados, vas en dirección al aborto. Te perderás algo que comenzaba a crecer. ¡Lo habrás matado! No seas suicida, no seas analítico, simplemente permítelo. Siente SU presencia, pero no con la mente. Siente su presencia con la totalidad. Deja que tu corazón se abra y crecerá.

Y en ese mismo crecimiento, poco a poco, surgirá la comprensión. La comprensión: no es algo que surja del análisis, que surja a través del pensar, con el cavilar, a través de la lógica. La comprensión llega a través de experiencias más y más profundas.

Cuando comiences a comprender deja que sea así. Sé feliz. Has sido bendecido. Cuando algo inexpresable empieza a suceder entonces es que estás en el camino correcto; te estás moviendo hacia Dios, el misterio supremo. Siempre que tengas en tu interior algo que no puedas comprender, eso simplemente demuestra que algo mayor que tú te ha penetrado; de otro modo, lo habrías entendido, podrías haberte imaginado qué era. Algo mayor que la mente ha penetrado en ti; un rayo de luz en el alma oscura, un rayo de luz en la oscura noche de la mente. La mente no puede abarcarlo, está más allá de su comprensión, pero no más allá de toda comprensión. Recuérdalo. Más allá de la comprensión que es posible con la mente, pero no más allá de toda comprensión, porque existe una comprensión que no es de la mente: la comprensión del órgano en su conjunto, de todo tu ser, de tu totalidad.

Pero eso no llega mediante el análisis, mediante la disección. Llega absorbiendo la experiencia. ¡Cómelo! Has de comerte eso que es inexpresable. Jesús les dice a sus discípulos, «Comedme». Eso es lo que quiere decir: come lo inexpresable, cómete lo desconocido, digiérelo, déjalo que circule en tu sangre, déjalo que forme parte de ti. Y entonces sabrás. Y el saber surgirá tan repentinamente como ha surgido la experiencia.

Ahora un rayo ha penetrado en ti. Permítele que forme parte de ti. Solamente entonces lo comprenderás.

Esta comprensión no es la compresión con la que estás familiarizado hasta ahora. Has conocido solamente a través de la mente y de sus modos. Lo etiquetas todo rápidamente. Siempre que preguntas, « ¿Qué es esto?», ¿qué es lo que realmente estás preguntando? Contemplas un arbusto y una flor y dices, «¿Qué es esto?» Unos dicen que un rosal y tú crees que has entendido lo que es. Alguien ha pronunciado tan solo la palabra «rosa» y tú crees que has comprendido.

Si no sabes el nombre te encuentras un poco nervioso. Esa flor desconocida te reta, te hace frente. Sientes que tu prestigio está en entredicho porque esa flor desconocida dice continuamente, «No sabes quién soy, así que ¿qué clase de saber es el tuyo? No sabes ni siquiera quién soy». La flor te da duro y tú empiezas a sentirte molesto. Deseas saber para poder acabar con este reto. Acudes a la biblioteca, acudes a los libros, acudes a las enciclopedias. Descubres cuál es el nombre de esta rosa. Es «rosa». De acuerdo, la has etiquetado. Ahora puedes estar tranquilo.

Pero, ¿qué es lo que has hecho? ¿Con tan sólo ponerle una palabra al rosal crees que has comprendido lo que es? Te has perdido la oportunidad de comprender qué es. Has perdido una gran oportunidad, porque, recuérdalo bien, el nombre «rosa» lo da el hombre al rosal. El rosal desconoce por completo el nombre. Si hablas del rosal, al rosal, el rosal no lo entenderá. ¿De qué estás hablando? ¿De qué tonterías estás hablando? El rosal no tiene nombre alguno en referencia al rosal mismo. El nombre se lo dan los demás, se lo da la gente como tú, que no puede tolerar lo incognoscible.

Lo incognoscible es inquietante, crea mucha incomodidad. Ves a alguien y dices, « ¿Quién es éste?» Y entonces alguien te dice que es un chino, o un africano, o un japonés y tú te quedas tranquilo. ¿Qué es lo que has averiguado? Con tan sólo decirte que es un chino... Hay millones de chinos, y no hay otro chino igual que él. En realidad, no exista nada así como un chino. Hay millones y millones de chinos; cada individuo es único, diferente, cada uno tiene su propia firma, su propio ser. ¿Qué es lo que has comprendido al ponerle la etiqueta de chino? Pero te sientes en paz.

¿A qué religión pertenece? El es budista. Otra etiqueta que tienes a mano.

¿Es la sabiduría tan fácil cómo cree la mente? El etiquetar no es saber. El etiquetar es una forma de soslayar la oportunidad que se te presentaba. Podrías haber conocido al hombre si te hubieras relacionado con él. Podrías haber conocido el rosal si hubieras meditado en soledad con él, si hubieras permitido que su fragancia penetrara tu olfato y tu corazón, si lo hubieras acariciado con amor. Si hubieras estado en comunión con ese arbusto podías haber descubierto algo.

No digo que hubieras conocido por completo lo que el rosal es. Si pudieras conocer completamente a un rosal conocerías al universo entero, porque en un solo rosal, el universo entero se refleja. El sol y la luna y las estrellas y el pasado y el presente y el futuro. Todo tiempo y todo espacio convergen en esa pequeña flor. Si puedes conocer a en su totalidad habrás conocido al universo entero. Entonces no restará nada más. Todo lo pequeño es enormemente vasto.

Y cuando algo, como una flor desconocida, empieza a florecer en ti, no te apresures a diseccionarla, no la pongas en la mesa y la cortes y empieces a buscar sus componentes. Disfrútala. Amala. Ayúdala a crecer. Cierta gracia ha descendido sobre ti.

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